Una amiga es una luz (que se puede apagar)
Nadie te avisa que las mejores amigas también te rompen el corazón
Mi ex que más me duele
Anoche soñé otra vez con ella. Me la encontraba en el ascensor de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires.
Cada tanto sueño con algunas de las facultades por las que pasé (FCE-UBA, ENERC, TEA) y tengo el típico sueño de que sigo en alguna de las carreras, de que me faltan materias, de que tengo que rendir un examen y no estudié. Cuando se trata de la carrera de Economía es angustioso: no quiero rendir más materias de la carrera que odié. ¿Cómo puede ser que no la terminé si ya me dieron el título hace años? Con la carrera de guion de la ENERC me da nostalgia, ¿Ya se termina la cursada? Quisiera que dure para siempre (casi tanto como una eternidad).
Con el secundario no sueño que vuelvo a la adolescencia. Sueño que tenemos que hacer quinto año de nuevo, todo el curso, siendo ya adultos. Algunos deciden no asistir. A mí me da culpa. No encuentro los apuntes de ninguna materia y me pongo nerviosa. Siempre pienso, ¿Cómo lo compatibilizo con el horario de trabajo? Soy clase obrera hasta cuando duermo.
Pero los sueños con ella son nostálgicos, tristes, a veces con mucha bronca. Suelo soñar con cosas que no pasaron: que se alejó porque se enamoró de un francés. Que se fue a vivir al sur y nunca más me llamó. Que me llama y yo estoy muy enojada porque me dejó de hablar de la nada. Me pongo a recordar en el sueño que la última vez que la vi, que me ninguneó en su casa, me hizo sentir poca cosa. A veces aparecen sus padres, a los que les tenía mucho cariño.
Anoche fue diferente. Soñé que se subía al ascensor de la facultad y al principio no la reconocía. Después me hacía la tonta. Finalmente, nos sonreíamos de costado y nos saludábamos. El encuentro terminaba con un gran abrazo y promesas de hablarnos. Después me desperté con nostalgia. Hace 11 años que ya no soy amiga de Ana.
El elenco estable de mis sueños
Sueño mucho más con ex amigas que con ex parejas. Debe ser que con la mayoría de mis ex novios y novias terminé masomenos bien, salvo, bueno, con la ex que conté en el escrito anterior. Igualmente con ella sueño muy poco.
Pero los personajes recurrentes de mis sueños son mis ex amigas. Las de más larga data son mis dos ex mejores amigas de la primaria. No tengo contacto con ellas hace 24 años. Pero nunca desaparecieron de mi subconsciente. Lo que pasó fue que todo el último año de la primaria la pasé realmente mal. Me angustiaba mucho cuando elegían no incluirme en los grupos de gimnasia o en los asientos compartidos de los micros de las excursiones. Hasta trataron de reemplazarme con una chica que recién llevaba un año en nuestro grado. ¡Nosotras estábamos juntas desde salita de 4!
En el viaje de egresados, me hicieron el vacío. Ellas ya coqueteaban con chicos y yo era tímida y medio añiñada. Me sentía re tonta. Hablaban mal de mí cuando dormía, me dejaban sola en la pieza cuando me bañaba (y con la puerta abierta); un día me caí de la bicicleta y dijeron que lo hice para dar lástima (??). Todo fue mucho peor porque al viaje de egresados fue… mi mamá. Al volver habló con las madres de ellas y una dijo: “el problema es que tu hija no habla, no es muy normal”. ¡Una señora grande diciendo eso de una nena de 12 años! ¡Aunque tuviera razón!
Creo que ahí nació mi ansiedad por el abandono, mi FOMO. Después de eso, cada vez que sentía que una amiga me discutía o se enojaba por algo, pensaba que me iba a dejar de lado y nunca más me iba a hablar. Y aunque superé con creces lo que me pasó en séptimo grado, ellas dos siguen siendo parte del elenco estable de mis sueños. Siguen dejándome de lado en las clases de gimnasia.
Íbamos a ser amigas para siempre
En mi cabeza se reproduce seguido un momento que vivimos con Ana que bien podría ser la escena de un capítulo de la serie Girls. Veníamos con algunas rispideces, típicas peleas o recelos de chicas de 20 y poco. Un sábado salimos: fuimos a un evento que organizaba su entonces novio. Ambas tomamos bastante de más. Vino blanco, cerveza, unas copas de champagne. En la oscuridad, en medio de luces fluorescentes, nos dijimos que nos queríamos mucho. Que nosotras sí íbamos a ser amigas para siempre.
Nos abrazamos, nos reímos. Yo me pasé con el alcohol, terminé vomitando y muy mareada, con baches en la memoria. Me llevó a mi casa en taxi, me acompañó hasta mi cama, me ayudó a sacarme las lentes de contacto y me tapó con una frazada. Supongo que nos gustaba un poco jugar a que yo era la frágil, la melancólica, la que era rescatada por ella cada vez que tropezaba, literal y metafóricamente. Pero solo cuando a ella le gustaba jugar ese papel. Porque cuando me caí de verdad, no me sostuvo.
Flashback al 2014
En 2014 había terminado una carrera que no me gustaba, no sabía que hacer de mi vida, no tenía plata para mantenerme sola y tenía dos relaciones tóxicas: una con un chico que salía y otra con mi mejor amiga. La ansiedad la tenía descontrolada, tenía el pecho cerrado, lloraba mucho y no me pasaba la comida. Llegué a pesar 50 kilos (mido 171cm). Caminaba encorvada y se me notaban mucho las clavículas. Era un fantasma. La relación con el chico me hacía mal (nada muy fuera de lo común de cualquier relación tóxica de dos jóvenes neuróticos), pero al tener un trastorno de ansiedad no tratado ni diagnosticado, la situación me tragaba viva. No podía pensar ni hacer otra cosa. Tenía un pensamiento único y no podía salir de él. Estaba totalmente obsesionada y consumida.
Ahora entiendo que ni Ana ni yo teníamos en ese momento las herramientas para ayudarnos la una a la otra. Yo me hacía la inexperta, la que necesitaba su guía y su apoyo. No la contradecía nunca. Pero en el fondo dudaba de sus aires de sabelotodo emocional. Al fin de cuentas, yo trabajaba full time desde hacía años y ella seguía siendo apoyada por los padres, económica y emocionalmente. Yo sabía lo que era el rechazo y estar muchos meses sola. Ella no tanto. Yo ya era una oficinista frustrada. Ella era (más) libre.
Ana estaba harta de que le hablara de mi relación tóxica. Pero yo no podía hablar de otra cosa. No estaba bien de la cabeza. Estaba tomada por la situación. Dejé de hablarle del tema porque no quería hacerla enojar. Pero un día el chico me cortó, y de una manera muy cruel. Llorando, le escribí a mi mejor amiga y… no me contestó. No me contestó por días.
Finalmente, y en medio de una clase de teatro, recibí su respuesta. Tuve que salir de la clase. Lo primero que decía era “Así que cortaron. Bueno, se veía venir”. Nah, bueno, muchas gracias por la empatía. Después era un texto larguísimo de como yo le chupaba la energía, que estaba cansada de escuchar siempre lo mismo y que estábamos en momentos diferentes. Y lo principal: como lo nuestro era tan fuerte como una relación amorosa, me pedía “un tiempo”.
Ustedes dirán: bueno, la mandaste a la mierda. Finalmente le dijiste todo lo que tenías guardado. La pusiste en su lugar. Bueno, por supuesto que no. Todo lo contrario: le contesté que la entendía, que sí, que jaja, que eramos como una pareja, que también necesitaba un tiempo y que lo del chico re, se venía venir.
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Semanas después me dijo que ya estaba bien lo del tiempo, nos vimos, abrazamos, lloramos. Éramos otra vez mejores amigas por siempre.
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Pero yo no fui sincera; estaba realmente enojada y dolida y no se lo dije. Había muchas cosas que me hacían mal y no se lo decía. Ella estaba muy metida en su nueva relación y pasábamos menos tiempo juntas. Explotó todo de nuevo por un desaire de ella. Nos puteamos, mandamos mails, sacamos trapitos al sol. “Ah, veo que tenías cosas para decirme”. Y sí, “si sos una narcisista hija de re mil puta”, le dije.
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Solo una vez la volví a ver. Yo cruzaba avenida La Pampa, en Villa Urquiza. Ella iba por la bicisenda. Yo iba apurada. La miré de reojo. Me miró. Creo que amagó con bajarse. Yo volví a mirar para adelante y seguí caminando. No había nada del pasado que quisiera rescatar.
Nada es para siempre (las amistades tampoco)
Repasar esta historia me dejó un poco drenada.
Creo que, como hay que desmitificar el amor romántico, también hay que desmitificar las amistades. Hay muchas que no son para siempre, aunque sea tu mejor amiga que te vio llorando borracha en la matiné de Abadía. Da vueltas un imperativo en redes que dice “tengan amigas”; también mucha fotito y dedicatoria de siempre estuviste y vas a estar y te amo. El 90% de las veces ninguna amistad es tan así. Y está bien. Basta de escenarios caricaturescos de la vida real.
Las amistades entre mujeres no son como cierto imaginario color de rosa ni tampoco nos odiamos porque somos todas competencia (según todos los personajes femeninos escritos por varones). No hay que idealizar las amistades porque un día esa persona no está más y el dolor es mayor al de perder una pareja. Novio, novia, te podés pelear, pero se supone que tu amiga va a estar siempre para vos.
Suelo decir que el gran acierto de Girls es, justamente, haber retratado a chicas en sus 20 como son: muchas veces insoportables y malas amigas. Ana y yo fuimos un poco eso. Dos veinteañeras narcisistas, aparentando amarse pero siendo muy críticas la una con la otra, aparentando cuidarse, pero haciéndolo solo para sentirse mejor persona.
Estuve muy enojada mucho tiempo, pero ya no. Ahora tengo que hacérselo entender a mi subconsciente.
Gracias por leer,
Flor
P.D: Ya somos más de 1000 en este newsletter. Gracias, de verdad. Me encanta que me comenten por mail, en substack o por la red social que me sigan. Soy muy charleta y sociable, como saben mis amigos y quienes hayan interactuado alguna vez conmigo por internet.
Las rupturas con amigas es de lo más doloroso que he experimentado. Leyendo tu experiencia me ha llevado a momentos pasados en los que tampoco supe ver qué necesitaba yo y qué necesitaba la otra para tener un vínculo sano. Hoy día deseo relacionarme con gente con la que la pueda cagar (porque somos humanos y la cagamos) y sepa que hay espacio para reparar. Tener la oportunidad de romper y rearmar el vínculo y para eso tiene que haber una base de cariño, de ese que no busca nada, que se da porque una quiere.
Parece que somos todas un poquito parecidas porque yo también sigo soñando con Agustina después de tantos años de haber terminado el secundario (2009). Nuestra amistad duró solo tres años (si, soy de la generación que hizo el polimodal) y ella fue para mí un despertar en muchas cosas: música, cine, autores. Cuando nos conocimos yo venía de una escuela católica y tenía una familia tradicional de clase media. Ella con padres separados, mil hermanos, una madre que la había tenido siendo muy joven.. tenía otro carácter. Con ella aprendí a viajar en subte, íbamos a la Bond.. Yo estaba muy enamorada de su forma de ser. Dejó de hablarme en el viaje a Bariloche por.. ¡un chabón! del cual yo estaba enamorada hacia mucho tiempo y ella no tuvo el valor de decirme que también le gustaba. Dos amigas más que formaban nuestro grupo de cuatro, la "eligieron" a ella (lógico, era muy cool) y no me dieron pelota en todo el viaje. Cuando volvimos al colegio nuestra amistad estaba terminada. Sigo soñando con ella, no entiendo bien por qué nunca me salió odiarla por haber sido tan forra. En fin ..
Un beso Flor! Me gusta leerte.