Congelar óvulos: una nueva presión para las mujeres
Primera parte de mi experiencia y opinión desde una mirada feminista
Pasados los treinta, en las juntadas con amigas, empieza a pulular una nueva pregunta: ¿Pensaste en congelar óvulos? “Fulana averiguó y es bastante caro”. “Mengana lo hizo y está contenta”. “Marianita tuvo algunos problemas”. “Te paso el contacto de mi ginecóloga que es especialista en fertilidad”.
No puede ser, congelar óvulos, ¿Otra decisión que tengo que tomar, como mujer, antes de los 40?
¿Me voy a morir sola?
Nunca quise tener hijos. Desde chica estaba segura: no es para mí. No me vuelven locos los bebés. Me da miedo el parto. No puedo con mi propia vida, menos voy a poder con otra a la par. ¿Para qué traer más vidas a este mundo cruel? El cambio climático nos va a matar a todos muy pronto.
Pero el año pasado algo hizo mella en mí. En medio de mi desorden mental, de mi miedo a la muerte, mi espiral de pensamientos autodestructivos me llevó a pensar en mi futuro y la vida que quería. Tengo 36 años, nunca conviví con nadie, nunca tuve un proyecto de familia. Y si hablamos de una familia heterosexual convencional, no tengo un novio varón formal desde los 23.
Mi cabeza me llevó a la ansiedad extrema: me voy a morir sola. Y no pensaba solo en lo romántico; me imaginaba muriendo sola en un hospital perdido, sin nadie que me visite. Todos mis amigos van a casarse, tener hijos, tener sus proyectos, muchos van a morir (quizás) antes que yo. Mi único sobrino ni vive en el país. ¿Quién me va a acompañar? Y no hablo de cuidar, no es que pensaba en tener hijos para que me bañen si no puedo por mis propios medios. Me imaginaba a una vieja sola, abandonada, sin nadie que la vaya a visitar. Triste. Muy triste.
Estos pensamientos me atacaron cuando viajé una semana a Jujuy el año pasado. Fue una de las peores semanas de mi vida. Tenía una angustia que me hacía later la cabeza, cerraba el estómago, no me permitía pensar en otra cosa. No podía comer. Era como si se hubiera abierto una ventanita en mi cerebro que ya no podía volver a cerrar. Tenia un pensamiento único que no podía callar: estaba segura que nunca más iba a pensar en otra cosa que no fuera la muerte y morir sola.
Busqué en mis notas y encontré lo escribí en ese momento para pasarle a mi psicóloga de entonces, quien me dijo que viaje igual a ver si me sentía mejor. Cosa que no pasó, obviamente, y que yo ya sabía que no iba a pasar. Lo único que pensaba era en volver a mi casa. A mi cama. A mis gatas. A mis padres y que me cocinen. Miré pasajes para volverme antes. Me tuve que obligar a hacer excursiones, comer comida regional, gastar plata, cuando solo quería tomar clonazepam y no existir a ver si se cerraba esa ventanita de mi cerebro.
En fin, en esto que escribí, y que les comparto a continuación, pensaba una y otra vez.
WARNING: son textos de alguien perturbada.
10:18
No tengo una carrera ni una familia
10:18
Me da miedo quedarme sola. Envejecer sola. Pensé que no quería ser madre, que estaba bien viviendo sola y teniendo parejas no convivientes. Pero quiero tener a alguien que me acompañe. Quizás si quiero un hijo y una familia. Y siento que ya estoy grande y que cada vez es más difícil. Le tengo miedo a la muerte y tengo miedo a terminar sola y triste. Quien va a estar cuando mis papás no estén. Estoy cansada de enfrentar todo sola. Al final no tuve una gran carrera ni familia, me quedé sin nada.
20:19
No quiero vivir el resto de mi vida triste y deprimida. Quiero poder tener entusiasmo. Conectar con cosas y con gente. Disfrutar de cosas simples. Convivir con alguien que tengamos un amor recíproco. Poder tener un trabajo que me llene. Tengo miedo de quedarme así con pensamientos malos todo el tiempo. ¿Quién va a querer a una depresiva? No puedo disfrutar de nada. Quiero estar bien y no me sale. Quiero vivir tranquila y no puedo. Quiero tener unx compañerx y lo arruino. Arruiné todo con XX y ahora la extraño y pienso que ella era una gran compañera y lo arruiné. No supe aprovechar mi fama de tuiter y mi carrera quedó en la nada. No soy ni una economista exitosa, ni una guionista exitosa, ni siquiera tengo un trabajo en comunicación que me guste.
20:25
No supe aprovechar las chances que me dió la vida para tener pareja. No supe aprovechar mis contactos para tener mejores oportunidades laborales. De hecho arruiné vínculos laborales como una tonta. Arruiné las entrevistas de trabajo que tuve. Y ahora no sé cuando voy a tener otra oportunidad. Arruino todo. Si no le tuviera tanto miedo a la muerte querría morir.
En medio de este remolino de pensamientos me surgió una certeza: Tengo que congelar óvulos. Se me acaba el tiempo. Quiero tener hijos. No sé cuando voy a tener pareja estable. Entre que me pongo de novia, convivo, decidimos tener hijos… no me van a dar los años. Ya estan avejentados mis óvulos. Tener una familia está cada vez mas lejos. Tengo que congelar más óvulos para ganar más tiempo y tranquilidad. Sí, eso tengo que hacer.
Así que volví a Capital y me puse a buscar centros de fertilidad.
Esta fue la primera entrega de dos textos sobre congelar óvulos. Hoy les conté como por primera vez en la vida me preocupó la maternidad. La próxima les cuento como siguió y reflexiones sobre el tema desde una mirada feminista.
Gracias por leer,
Flor
Más allá del tema titular del post, creo que hay otra cosa que me hizo aflorar esto y es el miedo al olvido. Ni siquiera a la muerte eh, a que no quede nada de unx cuando se vaya. Está conectado con el deseo de tener descendencia a veces (creo yo) así que me sentí bastante interpelado por tus notas sueltas.
Es un post muy personal así que no creo tener ninguna palabra correcta para esto pero te abrazo y estoy bastante seguro que ningunx va a morir solx.
Ufff creo que nunca un texto me interpeló tanto como esto. Tengo 35 y cuando cumplí 33 me pasó exactamente lo mismo que describís. De golpe sentí que un reloj interno se me activaba y empezaba una cuenta regresiva para atrás. Años disponibles de fertilidad. Me angustia mucho.
Abrazo enorme Flor.